¿Está Panamá al borde de una fuga de cerebros científicos?

Eusebio
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El apoyo gubernamental a la investigación sobre nuevos conocimientos científicos y nuevas tecnologías es crucial (y difícil de conseguir). El poco dinero disponible es objeto de acaloradas disputas entre los investigadores. Luchan para justificar la inversión del dinero de los contribuyentes en proyectos que a veces parecen riesgosos, pero que ofrecen retornos significativos si tienen éxito: resolver problemas globales, promover el conocimiento humano y mejorar el desarrollo económico.

En los países desarrollados, el gasto nacional en investigación y desarrollo representa como máximo el cuatro por ciento del producto interno bruto (PIB), incluida la financiación para trabajos industriales, militares y comerciales. Israel, Corea del Sur, Japón, Suecia, Finlandia, Austria y Estados Unidos lideran el grupo.

Aun así, la lucha de los científicos por la financiación es algo común. En Francia, los recortes masivos en el presupuesto de investigación han hecho que la comunidad científica alce su voz en señal de desaprobación. Los resultados de la investigación y la financiación son dos caras de la misma moneda: para obtener respaldo político para la financiación, los investigadores necesitan patentes y publicaciones.

En los países en desarrollo, los científicos tienen una tarea aún más difícil. Los científicos que trabajan en países sin infraestructura de fabricación avanzada y programas militares sólidos tienen menos oportunidades de ofrecer beneficios locales. Y sus culturas de ciencia, tecnología e innovación a menudo no están tan desarrolladas. Eso deja sólo un incentivo importante para que el gobierno invierta en ciencia y tecnología: mejorar los puntajes en las comparaciones internacionales de competitividad, como las publicadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

En Panamá, donde trabajamos, hay una próspera economía de servicios y un crecimiento sostenido del PIB. Pero desde 2001, el gasto público en ciencia ha representado una proporción cada vez menor del PIB. Esta crisis de financiación de la investigación puede tener consecuencias nefastas para las elevadas ambiciones de Panamá de desarrollar un ecosistema científico sostenible.

La realidad panameña

La inversión nacional en investigación se ha mantenido por debajo del 0,4 por ciento desde 1991. A finales de los años 1990, la presión científica y política empujó a Panamá a crear la SENACYT (el acrónimo en español de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación). La búsqueda de financiación por parte de la agencia comenzó a nivel internacional, solicitando préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo para financiar subvenciones de investigación, becas y otros programas científicos. El objetivo era fortalecer el sistema científico local y atraer a panameños con experiencia científica desde el extranjero para desarrollar sus carreras en casa.

A mediados de la década de 2000, la inversión del país se expandió para incluir un ambicioso programa de becas que ayudaba a los panameños a realizar estudios de posgrado en las mejores universidades del extranjero. La mayoría de ellos se fueron a estudiar a Estados Unidos y España, en áreas relacionadas con la biología, la ingeniería y las tecnologías de la información.

Desde 2010, más de 200 doctores recién creados. Los graduados han regresado y han encontrado pocas mejoras en la extremadamente limitada infraestructura y financiación del país. En lugar de impulsar una creciente comunidad académica, esta nueva generación de académicos ha aumentado la competencia por los escasos fondos disponibles para mantener a flote la ciencia panameña.

La SENACYT había proyectado que para 2014 sería necesario un aumento del financiamiento gubernamental al 0,6 por ciento del PIB para apoyar el regreso del talento. Pero hoy, es sólo el 0,2 por ciento del PIB. De hecho, la proporción del PIB dedicada al financiamiento científico del SENACYT se ha reducido desde 2014. Y en 2017, el presupuesto del SENACYT no será mayor que este año: alrededor de US$33 millones.

Julio Escobar, titular de la SENACYT de 2004 a 2009, nos dijo que este esfuerzo ha sido equivalente a “mover maquinaria, materiales y construir un puente, pero una vez construido, dejarlo sin acceso a ninguna vía principal, por lo que no resuelve ningún problema real de tránsito”. .”

En toda Centroamérica

La historia es bastante diferente en Costa Rica, un país con una población y un PIB ligeramente mayores que Panamá. La inversión en ciencia ronda el 0,5 por ciento del PIB, todavía muy por debajo de la de los países desarrollados, pero mucho más cerca que Panamá del promedio latinoamericano de la OCDE del 0,7 por ciento.

Entrada pacífica del Canal de Panamá. La predominante economía basada en los servicios, impulsada por el Canal de Panamá y la industria portuaria, busca ganancias inmediatas en lugar de los retornos a largo plazo que ofrecen los programas de investigación.
Carlos A. Donado Morcillo

Al igual que Panamá, Costa Rica no tiene un programa de defensa. Pero la activa industria manufacturera de Costa Rica es un motor clave del gasto científico del país. En contraste, el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación de Panamá para 2015-2019 pronostica prácticamente ninguna inversión en investigación del sector privado: como máximo el 0,3 por ciento del monto total gastado. Los esfuerzos del gobierno panameño para alentar la inversión privada no han tenido éxito debido a la cultura empresarial de servicios predominantemente de baja tecnología, que busca ganancias inmediatas en lugar de los retornos a largo plazo que ofrecen los programas de investigación.

Otros gobiernos centroamericanos están aún más rezagados en el respaldo a la ciencia. Por ejemplo, la inversión en investigación y desarrollo en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua todavía está por debajo del 0,05 por ciento de sus respectivos PIB. Sin embargo, el apoyo de agencias internacionales en Alemania, Japón y la Unión Europea ha ayudado a proporcionar financiación. La UE también ofrece subvenciones específicas a América Latina y también un programa específico para Centroamérica.

Mirando hacia el futuro

Los líderes panameños han luchado por comprender la importancia de la ciencia y la tecnología en un país donde el crecimiento económico ha sido constante con inversiones mínimas en investigación. Hoy, sin embargo, los beneficios potenciales de la inversión ya realizada en el desarrollo del talento científico están en riesgo. Con recursos escasos, los científicos se ven obligados a buscar oportunidades en el extranjero, lo que podría derivar en un problema nacional de fuga de cerebros.

La débil inversión en ciencia obliga a los académicos que regresan a convertirse en empresarios y políticos, algo que no todos los investigadores disfrutan. Además de realizar trabajo científico, deben encontrar formas de promover la investigación en un país que no tiene un compromiso político definido con su plan de desarrollo científico a largo plazo.

La solución a esta crisis no se encontrará en la ciencia. Construir un sector de ciencia y tecnología verdaderamente viable en Panamá –y en toda Centroamérica– requerirá un cabildeo político continuo, una planificación cohesiva y aumentos del gasto en investigación proporcionales al crecimiento económico.

Más allá de las instituciones académicas, la promoción de una cultura que abarque la investigación y la ciencia tendrá que permear a la industria, el gobierno y el público en general. La nueva generación de científicos está preparada para la tarea, pero ¿serán escuchados?



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